lunes, 10 de diciembre de 2007

LA MALDICIÓN DE KYOTO II

El segundo día en Kyoto estaba perfectamente planificado. Nada podía salir mal. Madrugamos para poder visitar todos los lugares seleccionados. El primer destino era el templo de Nishi-Hoganji. Aunque parezca mentira desde primera hora el día se nos empezó a torcer. Estábamos alojados muy cerca de dicho templo, a pesar de eso y gracias a un mapa con una escala que no era para nada real, lo que iba a ser un paseo de 5 minutos se convirtió en una hora. El templo estaba en obras y fue muy curioso ver como niños pequeños (creemos que en actividades organizadas para la vacaciones de verano) limpiaban la arena cercana al templo. La segunda parada sería el templo de Toji Higashimon, famoso por su pagoda de cinco pisos. Aquí no hubo contratiempos, llegamos perfectamente en autobús y la visita fue muy agradable. Tercera parada, Sanjusangendo, templo budista famoso por las mas de mil estatuas doradas que se muestran en su interior. Otra vez reinó la confusión, cuando bajamos del autobús no encontrábamos el destino, preguntamos a varias personas, tampoco se orientaban, fuimos a dos templos creyendo que era nuestro destino, nada que ver. Al fin llegamos a Sanjusangendo, visita recomendada a todos los que vayan a Kyoto, lo malo es que nos dejaron hacer fotos en el interior.

Después de la tercera visita ya eran las dos de la tarde, decidimos ir al templo Kiyomizu-dera. Famoso por sus tres fuentes de agua y su reciente nominación a las siete Nuevas Maravillas del Mundo. La parada de autobús estaba un tanto alejada del templo, hacía muchísimo calor y todo el camino hasta el templo es por calles tradicionales repletas de tiendas de souvenirs y por lo tanto atestadas de gente. Dicha combinación de factores hizo que no pudiésemos ir muy rápido. Cuando llegamos a la entrada del templo había una cola considerable para entrar y teniendo en cuenta que para ver todo el entorno del templo nos llevaría mucho tiempo decidimos ir al Ginkakuji (Templo de Plata).
El entorno, los jardines y las vistas del Templo de Plata son espectaculares, el templo en sí no merece la pena, de hecho la plata no aparece por ningún sitio. De todas formas por el resto de factores hace que merezca la pena desplazarse hasta allí. Por último queríamos ver (yo de nuevo) el Kinkakuji, cogimos el autobús correcto pero en dirección puesta a nuestro objetivo, tuvimos que bajar, cruzar de acera y esperar al autobús. El resultado es que cuando llegamos el templo estaba cerrado.
Esa misma noche Kyoto nos ofreció una noche genial, que no esperábamos y que fue una agradable sorpresa.
Kyoto es una visita obligada cuando vayáis a Japón, no dejéis de ir, como consejo os digo que no os desesperéis si algo no os sale bien, id con calma y disfrutad de cada minuto.

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