jueves, 22 de noviembre de 2007

LA MALDICIÓN DE KYOTO


He ido dos veces a Kyoto, pues las dos veces me (nos) ha pasado algo. Nada catastrófico ni ningún accidente con heridos, pero sí pequeños contratiempos que truncaban tus planes y que echaban por tierra todos los preparativos. Aún así es una ciudad que merece la pena visitar y está repleta de lugares preciosos para visitar. De todas formas tiene que ser uno de los destinos obligados si vuelvo algún día. La primera vez que estuve allí sólo disponíamos de un día. Todo se hizo deprisa y corriendo, apenas vimos nada aunque lo que vimos lo disfrutamos al 100%, en 24 horas estuvimos nada más que en dos sitios, Templo de oro (Kinkakuji) y el Jardín Zen (Ryoan ji). Así empezó la maldición, la primera vez que vas a un lugar, te pierdes, no tienes muy claro a que hora cierran los sitios, no madrugas lo suficiente para poder ir con tiempo... de hecho, esa misma noche salimos por la ciudad y obviamente acudimos a la zona equivocado ya que eramos los únicos en el bar. A pesar de que tanto el Jardín Zen como el Templo de Oro nos parecieron dignos de admiración, teníamos la sensación de que nos habíamos perdido infinidad de cosas y que Kyoto tenía muchísimo más que ofrecer a los que la visitaran.
Segunda visita, aprendiendo del error planeamos dos días enteros en Kyoto. Primer día, llegamos más tarde de lo que pensábamos y con un hambre de lobos. Lo primero fue comer algo para no desfallecer. Decidimos que nuestro primer destino fuese Inari, a las afueras de la ciudad, mala elección. Nos confundimos de tren, nos tuvieron que indicar cual era el correcto, resultado, llegamos casi de noche. Inari es un sitio precioso, se encuentra ubicado en una montaña y es famoso por su camino de toriis.
El segundo día prometimos que todo iba a cambiar, lamentablemente no fue así.


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